navegando en la barcaza de una líquida tristeza,
con un llanto clavado en el pecho
y mil flores marchitas sobre la mar abierta.
Y lloran,
lloran los nenúfares al viento
en un gemido que besa
y se vierten esas lágrimas calladas,
ahogadas en una soledad
que pesa.
A veces te presiento y te percibo
escuchando la lluvia que no cesa,
lamiendo las heridas del destino
con los puños cerrados
y en la pupila
¡el alma abierta!
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