Aquella madrugada
cuando descubrí
tus encantos,
aquellas horas
cuando el mundo
paró,
sentí que la vida
es olvido
y no razón;
en instantes
que olían a lluvia
y a caricias tuyas,
sabía que germinaba
en tu vientre
una soledad o
un sol naciente,
una alborada
o tal vez
un adios;
fuimos uno
y sin motivo alguno
una nueva
vida comenzó;
no hay regreso
a aquella
uraña madrugada,
cuando
nuestros besos
el amor dibujó;
hoy que recuerdo
la fragilidad
de esas horas,
preseinto
la nostalgia
que con débil
murmullo nos reclama
un amor;
es momento
de labrar la tierra
y cosechar
la ilusión.