Era un cielo añejo oligarca
como el mejor whisky.
Eran muchas vivencias
y muchos prejuicios.
Era una tarde siniestra
con macabras historias
y con poca vergüenza.
Era la misma gente
humanos reemplazantes
de muchos muertos.
Los campos verdes
estaban allí esperando
que lleguen las sombras
y las sombras que lleguen
los habitantes de la soledad
aquellos que gustan
del perpetuo silencio.
Todo estaba servido,
la tarde mortecina
el cielo oligarca caído
De pronto legiones de humanos
entraban muy lento
casi sin mirarse,
cantaban en silencio
y los silencios eran mas fuertes
y todos se abrazaban
y estaban muertos bien muertos.
Aquella tarde te espere en vano.