Yo sabía que de los dos yo te quería más,
y es que muchas veces
guarde silencio ante lo que me hacía infeliz,
solo le conté a la almohada
con mis lágrimas lo que me hacías sentir,
ese sentimiento de que tal vez
lo sexual o aliviar tus ratos de soledad
era lo único que podías querer de mí,
y si me preguntan por qué me quedé,
no era tanto que pensara
que podías cambiar por mí,
simplemente,
el amor que te tenía era más del que quisiera admitir.
Sé que también fue culpa mía por quedarme,
por aferrarme a la idea de lo que nunca fuiste.
Así que me fui acostumbrando,
al silencio que me arropaba cada día.
Y aunque me cueste,
estoy aprendiendo a soltar todo lo que me ata.
A ver las cosas de otra manera.
A aceptarme, con cada herida,
con cada intento.
Y, sobre todo, a recordar cuánto valgo.