Cuando en la lejanía
de tu pena,
siento la melancolía
de los dulces besos,
necesito
escuchar la melodía
de tu risa,
que se esconde
cada vez más
adentro de mi piel.
No hay consuelo
ni abrigo
para mis horas aciegas,
solo existes tu
aunque leve
y profunda
como la tierra,
aunque fragil
y eterna
como la quena,
que seguirá escuchandose
en las solitarias
ruinas,
donde se asesinó
el Imperio,
de mis atrevidos sueños.