21 noviembre 2012

CUERPO Y GOZO QUE MOLDEO ENTRE MIS MANOS

Cuerpo y gozo que moldeo entre mis manos,
 cara bonita donde aprecio el universo,
donde las aves se copian fugitivos,
despegando veloces a la soledad donde nada se olvida.
forma de diamante o rubí duro,
luz de un sol que entre mis dedos se esconde,
surco que me llama con su músic secreta,
con esa indescritible llamada de tu boca.
Muero desangro, porque necesito morir,
porque quiero sentir el fuego, porque el aire que respiro
 no es mío, sino el cálido aroma de tu cuerpo
 que si me acerco quema y dora mi boca desde lo profundo.
Deja, déjame que vea, pintado del amor,
enrojecida mi faz por tu purpúrea vida,
deja que vea el profundo grito de tus entrañas
donde muero y ne dejo vivir para siempre.
Quiero pasión o  muerte, necesito morir totalmente,
quiero ser tu vida y tu muerte, tu sangre, aquella lava insurgente
 que regando encerrada bellos miembros extremos
siente  los hermosos límites de la vida con la muerte.
Mi beso en tus labios es una pausada espina,
como un océano que alzó voló hecho un espejo,
como el brillo de un ala, como el fulgor de tus ojos
  siendo aún unas manos, un repasar de tu cálido pelo,
un crepitar de la luz vengadora,
luz o espada mortal que sobre mi corazón amenaza,
pero que nunca destruirá la unidad de este mundo.

REMOLINOS



A una caricia dilatada me confío
en un manantial de besos flotando,
convulsionan mis músculos y estallan
a pesar de no tener al tiempo de mi lado,
 que se esconde
en los amplios remolinos de tu cuerpo,
no hay imágenes, solo hay sombras
solo siento circulos de fuego,
que poco a poco se van acelerando,
hay mareas en el cuerpo convincentes
y en el cerebro abismos y relámpagos
la piel del agua, ya no azul, mas bien dorada,
me va aproximando
al vértice central, con sed y lejano,
succionaré los barcos de tus manos
cuanto más apretados los anillos,
más rápido es el ritmo, y sin embargo
no me asaltan temores, ni inquietudes,
me engendran llamaradas y arrebatos,
Caribdis de mis sueños, que me conduces
al suelo del mar donde moran los ocasos, al paraíso
de las nereidas, que en mi sangre cabalgan
a lomos de delfines e hipocampos.
subcionenme tus aguas, y resbalo
al fondo de tu entraña, húmedo y blando,
y en mi caída exhalaré ese grito,
irreprimible con sabor a llanto.