Extraño los veranos de tu vida.
Aquellos plenos de sol y ternura,
veranos que conquistaron los cielos
y bajaron el sol a tus manos.
Tu siempre plena y de colores
apresuradadamente buena.
No contaste con el tiempo
ni con tus ojos de brisa
juguetes de tu mirada.
Se mezclan en tu cuerpo
las delicdas caricias de la tarde,
mientras vives sumergida en aguas naufragadas
y te adornan relámpagos de fe
convencidos de tu hermosura.
Todo se ha consumado
en tus labios,
todo terminó en tus brazos.