La noche se ha vuelto más pesada,
y la oscuridad alcanza su punto más crucial.
Todo en este momento es silencioso,
absurdamente silencioso,
devastadoramente silencioso.
Este periodo de penumbra ha sido complejo
y abrumador; mi cuerpo no ha encontrado descanso
y mi mente ha vagado de una a mil posibilidades.
Ha sido una noche larga,
repleta de incertidumbre,
pero la esperanza está a unos minutos
de aparecer en el horizonte,
trayendo consigo la luz que tanto necesito.
Una luz que hará retroceder toda oscuridad,
iluminando nuevas posibilidades
y formas de ver el presente.
Incluso mostrará, a lo lejos,
nuevos senderos para un cambio des estación,
de sentimientos y pensamientos,
los cuales, con fe, transformarán
esta triste y desesperanzadora realidad,
que, aunque efímera y actual,
se siente eterna y en decadencia.
Aquí estoy, pues, dirigiendo mi mirada
al horizonte, en medio de una oscuridad profunda,
una que, gracias al misericordioso cielo,
está llegando a su fin.
Solo espero con paciencia un nuevo
amanecer, entre sombras y luz, dentro y fuera de mí.