Tiempo, espacio, historia,
así se resume esa conjunción
misteriosa llamada humanidad.
Es tal vez ese todo que día a día muere
y vive, que ríe y llora,
sin saber que es.
Sangre que brota a raudales
dejándonos vacíos
en la eternidad de un beso.
Sinceridad que convive
con la barbarie de una mentira
y con la caricia lisonjera de una verdad.
Temor, valentía y miedo
como horizonte de lo que somos
o simplemente barrotes
de nuestra cárcel de mármol
allí donde dejamos nuestra maldad.
Silencio fruto lejano
que como tierra baldía
no siente ni la ironía
ni el paso firme del sembrador.
Todo ya parece consumado
en la lejanía azul de una pena
o de una nostalgia visitante
que se incrusta inútilmente
en los ojos radiantes de la muerte.
Historia reciente
que trasunta las distancias
donde habitan los niños del futuro
o acaso de un pasado indiferente.
Es la plenitud una sinfonía de torpezas
en un mundo que es ¡sombrero sin cabeza!
o tal vez una ilusión arrepentida
que vestida de lluvia amarga
saborea la tristeza...
Donde esta que no se siente
aquella susurrante melodía
que como heraldos negros
nos dejo la muerte?
Hoy es mañana de repente
reclinémonos entonces
a desollar los montes y responder
pacientemente
sobre ese cielo caído,
sobre un Dios oligarca
o sobre ti simplemente.
Habitante opaco
del silencio que yace
en las penumbras de los niños
y de sus madres
de aquellos huesos lejanos
masticados por la tierra
que como sol de primavera
renacerá en arrebol.