Me recosté sobre tus pasos
porque estaba casi inerte de quererte.
La tierra estremecida y calcinada
no pudo más y me extendió sus brazos,
no vi tu cara ni la lluvia que siempre
invernaba tus ojos.
No me detuve quede paralizado,
mojado por tu olvido que me estremeció.
El viento, cielo y tierra
y el azul del ocaso
sellaron en mi boca un fuerte abrazo;
y en la noche profunda como tus entrañas
sollosaba la vida que lentamente se forjaba.
Mientras el silencio con su olor a muerte
a pasos lejanos se paseaba,
mis manos como alas de ave sorprendida
levantaba un vuelo inesperado,
hacia lentas montañas mortesinas
que solo el viento las besaba;
y tus pasos quemantes y olvidados
se hundian poco a poco
en la aciaga tierra de mis labios.
Sé que algún dia he de levantarme
así húmedo, mojado
y regresaré sin avisarte,
en una noche de luna aún no soñada.