Ya casi no quiero
vestirte de letras,
no quiero escribir
sobre tu recuerdo,
mis dedos truncados
se pierden en ecos
y el silencio aprieta
tu cálida voz,
lejos han quedado
nuestras ilusiones
nuestros comentarios,
todo ya está quieto
como una montaña
como una caricia
perdida en el fondo
de nuestros pesares,
alegria aquella
cuando conversamos
cuando lentamente
nos enamoramos,
cuando nos reimos
de cosas ilusas
de tantas locuras,
cuando aquella vez
y sin importarte
tu te me entregaste
con tanta pasión,
me basta decirte
palomita blanca
te amé no lo dudes,
y en tus labios
rojos se quedó mi cruz.