César prometió a su madre
que su sacrificio no sería en vano,
Maurice le prometió a su
mejor amigo que protegería a los suyos,
que podía descansar e ir en busca
de su madre; ahora su pueblo era libre
y podía vivir en paz.
El último recuerdo de César y Adeline
reposa sobre los pequeños hombros de Corne
lius, hijo de él, y Nova, la nieta de ella.
Entre los tres y el resto de simios
se encargarán de que ese legado
esa entrega perdure incluso
trescientos años después,
hasta el
final de los tiempos.