A una caricia dilatada me confío
en un manantial de besos flotando,
convulsionan mis músculos y estallan
a pesar de no tener al tiempo de mi lado,
que se esconde en los amplios remolinos de tu cuerpo,
no hay imágenes, solo hay sombras solo siento circulos de fuego, que poco a poco se van acelerando, hay mareas en el cuerpo convincentes y en el cerebro abismos y relámpagos,
la piel del agua, ya no azul, mas bien dorada, me va aproximando al vértice central, con sed y lejano, succionaré los barcos de tus manos cuanto más apretados los anillos, más rápido es el ritmo, y sin embargo no me asaltan temores, ni inquietudes, me engendran llamaradas y arrebatos, Caribdis de mis sueños, que me conduces al suelo del mar donde moran los ocasos, al paraíso de las nereidas, que en mi sangre cabalgan a lomos de delfines e hipocampos.
subcionenme tus aguas, y resbalo al fondo de tu entraña, húmedo y blando, y en mi caída exhalaré ese grito, irreprimible con sabor a llanto.
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