12 septiembre 2025

LAGRIMA A LAAGRIMA SE ABRAZA EL CIELO CON TU MIRADA






Hay truenos sobre 
las magnolias,
mientras el cielo
encapotado desgrana 
el arrullo del viento,
y el llanto se va cayendo
golpeando los arboles;
mientras tus ojos
van hilvanando
un collar de penas
caminante.
Lagrima a lagrima
se abraza el cielo
con tu mirada
sobrevolando al mar
y a las magnolias
que se apresuran
a besar tus labios.
La musica del viento
cercano
revela el secreto
de las hojas frias,
que vuelan
atravezando tu cabello.
Y en ondas simetricas de olvido
las nubes se van
por su camino.
Termina el drama
del cielo humedo
que calmo la sed
de tus labios
y en caravana musical las nubes
se van extinguiendo
 en la soledad
de tu beso meridiano.





11 septiembre 2025

AMOR DEL ALMA









LIMA-PERU
Sin verme me amaste tanto
y yo que tanto te quiero.
Mientras los años avanzan,
juro que por ti me muero.
Amar es ceguera y silencio,
amar es mirar con el alma.
Estés lejos o cercana
existas o no
 pensaremos los dos,
que no hay mejor amor,
                           que aquel que vive en el alma.

10 septiembre 2025

NIÑA CORAZON DE POBRE




 NIÑA POBRE DE LOS ANDES Y DEL SUR
 NIÑA DE LA SONRISA CAUTIVA
DE LA MIRADA DEL HAMBRE
DE LA DULSURA DE DIOS
DE LOS HALAGOS DEL FRIO
QUE PARTE EL CORAZON
NIÑA DE LA BELLEZA INFINITA
NIÑA ESTRELLA SOLITARIA DIA SIN SOL
ERE UNA MANSA PALOMA
AMAPOLA DE GREDA
ALCANCIA DE LLANTO Y DOLOR
NIÑA DE CORAZON DE POBRE
DE PIES DE PIEDRA Y BRAZOS DE SOL
BOCA SIN PAN COMPAÑERA DE DIOS.

09 septiembre 2025

NIDO DE AVISPAS

NIDO DE AVISPAS

Cuento de misterio

Agatha Christie


El detective Hércules Poirot en acción. En base a la agudeza de sus sentidos
y a su gran capacidad mental, Poirot logra, una vez más, resolver un caso
que cualquier otro detective no hubiera sido capaz de lograrlo  
 Cuentos policiacosJohn Harrison salió de la casa y se quedó un momento en la terraza de cara al jardín. Era un hombre alto de rostro delgado y cadavérico. No obstante, su aspecto lúgubre se suavizaba al sonreír, mostrando entonces algo muy atractivo.
Harrison amaba su jardín, cuya visión era inmejorable en aquel atardecer de agosto, soleado ylánguido. Las rosas lucían toda su belleza y los guisantes dulces perfumaban el aire. Un familiar chirrido hizo que Harrison volviese la cabeza a un lado. El asombro se reflejó en su semblante, pues la pulcra figura que avanzaba por el sendero era la que menos esperaba.
-¡Qué alegría! -exclamó Harrison-. ¡Si ees monsieur Poirot!
En efecto, allí estaba Hércules Poirot, el sagaz detective.
-¡Yo en persona. En cierta ocasión me diijo: "Si alguna vez se pierde en aquella parte del mundo, venga a verme." Acepté su invitación, ¿lo recuerda?
-¡Me siento encantado -aseguró Harrison sinceramente-. Siéntese y beba algo.
Su mano hospitalaria le señaló una mesa en el pórtico, donde había diversas botellas.
-Gracias -repuso Poirot dejándose caer een un sillón de mimbre-. ¿Por casualidad no tiene jarabe? No, ya veo que no. Bien, sírvame un poco de soda, por favor whisky no -su voz se hizo plañidera mientras le servían-. ¡Cáspita, mis bigotes están lacios! Debe de ser el calor.
-¿Qué le trae a este tranquilo lugar? -ppreguntó Harrison mientras se acomodaba en otro sillón-. ¿Es un viaje de placer?
-No, mon ami; negocios.
-¿Negocios? ¿En este apartado rincón? Poirot asintió gravemente.
-Sí, amigo mío; no todos los delitos tieenen por marco las grandes aglomeraciones urbanas.
Harrison se rió.
-Imagino que fui algo simple. ¿Qué clasee de delito investiga usted por aquí? Bueno, si puedo preguntar.
-Claro que sí. No sólo me gusta, sino quue también le agradezco sus preguntas.
Los ojos de Harrison reflejaban curiosidad. La actitud de su visitante denotaba que le traía allí un asunto de importancia.
-¿Dice que se trata de un delito? ¿Un deelito grave?
-Uno de los más graves delitos.
-¿Acaso un ...?
-Asesinato -completó Poirot.
Tanto énfasis puso en la palabra que Harrison se sintió sobrecogido. Y por si esto fuera poco las pupilas del detective permanecían tan fijamente clavadas en él, que el aturdimiento lo invadió. Al fin pudo articular:
-No sé que haya ocurrido ningún asesinatto aquí.
-No -dijo Poirot-. No es posible que lo sepa.
-¿Quién es?
-De momento, nadie.
-¿Qué?
-Ya le he dicho que no es posible que loo sepa. Investigo un crimen aún no ejecutado.
-Veamos, eso suena a tontería.
-En absoluto. Investigar un asesinato anntes de consumarse es mucho mejor que después. Incluso, con un poco de imaginación, podría evitarse.
Harrison lo miró incrédulo.
-¿Habla usted en serio, monsieur Poirot??
-Sí, hablo en serio.
-¿Cree de verdad que va a cometerse un ccrimen? ¡Eso es absurdo!
Hércules Poirot, sin hacer caso de la observación, dijo:
-A menos que usted y yo podamos evitarloo. Sí, mon ami.
-¿Usted y yo?
-Usted y yo. Necesitaré su cooperación.<
-¿Esa es la razón de su visita?
Los ojos de Poirot le transmitieron inquietud.
-Vine, monsieur Harrison, porque ... me agrada usted -y con voz más despreocupada añadió-: Veo que hay un nido de avispas en su jardín. ¿Por qué no lo destruye?
El cambio de tema hizo que Harrison frunciera el ceño. Siguió la mirada de Poirot y dijo:
-Pensaba hacerlo. Mejor dicho, lo hará eel joven Langton. ¿Recuerda a Claude Langton? Asistió a la cena en que nos conocimos usted y yo. Viene esta noche expresamente a destruir el nido.
-¡Ah! -exclamó Poirot-. ¿Y cómo piensa hhacerlo?
-Con petróleo rociado con un inyector dee jardín. Traerá el suyo que es más adecuado que el mío.
-Hay otro sistema, ¿no? -preguntó Poirott-. Por ejemplo, cianuro de potasio.
Harrison alzó la vista sorprendido.
-¡Es peligroso! Se corre el riesgo de suu fijación en la plantas.
Poirot asintió.
-Sí; es un veneno mortal -guardó silenciio un minuto y repitió-: Un veneno mortal.
-Útil para desembarazarse de la suegra, ¿verdad? -se rió Harrison. Hércules Poirot permaneció serio.
-¿Está completamente seguro, monsieur Haarrison, de que Langton destruirá el avispero con petróleo?
-¡Segurísimo. ¿Por qué?
-¡Simple curiosidad. Estuve en la farmaccia de Bachester esta tarde, y mi compra exigió que firmase en el libro de venenos. La última venta era cianuro de potasio, adquirido por Claude Langton.
Harrison enarcó las cejas.
-¡Qué raro! Langton se opuso el otro díaa a que empleásemos esa sustancia. Según su parecer, no debería venderse para este fin.
Poirot miró por encima de las rosas. Su voz fue muy queda al preguntar:
-¿Le gusta Langton?
La pregunta cogió por sorpresa a Harrison, que acusó su efecto.
-¡Qué quiere que le diga! Pues sí, me guusta ¿Por qué no ha de gustarme?
-Mera divagación -repuso Poirot-. ¿Y ustted es de su gusto?
Ante el silencio de su anfitrión, repitió la pregunta.
-¿Puede decirme si usted es de su gusto??
-¿Qué se propone, monsieur Poirot? No teermino de comprender su pensamiento.
-Le seré franco. Tiene usted relaciones y piensa casarse, monsieur Harrison. Conozco a la señorita Moly Deane. Es una joven encantadora y muy bonita. Antes estuvo prometida a Claude Langton, a quien dejó por usted.
Harrison asintió con la cabeza.
-Yo no pregunto cuáles fueron las razonees; quizás estén justificadas, pero ¿no le parece justificada también cualquier duda en cuanto a que Langton haya olvidado o perdonado?
-Se equivoca, monsieur Poirot. Le asegurro que está equivocado. Langton es un deportista y ha reaccionado como un caballero. Ha sido sorprendentemente honrado conmigo, y, no con mucho, no ha dejado de mostrarme aprecio.
-¿Y no le parece eso poco normal? Utilizza usted la palabra "sorprendente" y, sin embargo, no demuestra hallarse sorprendido.
-No lo comprendo, monsieur Poirot.
La voz del detective acusó un nuevo matiz al responder:
-Quiero decir que un hombre puede ocultaar su odio hasta que llegue el momento adecuado.
-¿Odio? -Harrison sacudió la cabeza y see rió.
-Los ingleses son muy estúpidos -dijo Pooirot-. Se consideran capaces de engañar a cualquiera y que nadie es capaz de engañarlos a ellos. El deportista, el caballero, es un Quijote del que nadie piensa mal. Pero, a veces, ese mismo deportista, cuyo valor le lleva al sacrificio, piensa lo mismo de sus semejantes y se equivoca.
-Me está usted advirtiendo en contra de Claude Langton -exclamó Harrison-. Ahora comprendo esa intención suya que me tenía intrigado.
Poirot asintió, y Harrison, bruscamente, se puso en pie.
-¿Está usted loco, monsieur Poirot? ¡Estto es Inglaterra! Aquí nadie reacciona así. Los pretendientes rechazados no apuñalan por la espalda o envenenan. ¡Se equivoca en cuanto a Langton! Ese muchacho no haría daño a una mosca.
-La vida de una mosca no es asunto mío --repuso Poirot plácidamente-. No obstante, usted dice que monsieur Langton no es capaz de matarlas, cuando en este momento debe prepararse para exterminar a miles de avispas.
Harrison no replicó, y el detective, puesto en pie a su vez, colocó una mano sobre el hombro de su amigo, y lo zarandeó como si quisiera despertarlo de un mal sueño.
-¡Espabílese, amigo, espabílese! Mire aqquel hueco en el tronco del árbol. Las avispas regresan confiadas a su nido después de haber volado todo el día en busca de su alimento. Dentro de una hora habrán sido destruidas, y ellas lo ignoran, porque nadie les advierte. De hecho carecen de un Hércules Poirot. Monsieur Harrison, le repito que vine en plan de negocios. El crimen es mi negocio, y me incumbe antes de cometerse y después. ¿A qué hora vendrá monsieur Langton a eliminar el nido de avispas?
-Langton jamás...
-¿A qué hora? -lo atajó.
-A las nueve. Pero le repito que está eqquivocado. Langton jamás...
-¡Estos ingleses! -volvió a interrumpirllo Poirot.
Recogió su sombrero y su bastón y se encaminó al sendero, deteniéndose para decir por encima del hombro.
-No me quedo para no discutir con usted;; sólo me enfurecería. Pero entérese bien: regresaré a las nueve.
Harrison abrió la boca y Poirot gritó antes de que dijese una sola palabra:
-Sé lo que va a decirme: "Langton jjamás...", etcétera. ¡Me aburre su "Langton jamás"! No lo olvide, regresaré a las nueve. Estoy seguro de que me divertirá ver cómo destruye el nido de avispas. ¡Otro de los deportes ingleses!
No esperó la reacción de Harrison y se fue presuroso por el sendero hasta la verja. Ya en el exterior, caminó pausadamente, y su rostro se volvió grave y preocupado. Sacó el reloj del bolsillo y los consultó. Las manecillas marcaban las ocho y diez.
-Unos tres cuartos de hora -murmuró-. Quuizá hubiera sido mejor aguardar en la casa.
Sus pasos se hicieron más lentos, como si una fuerza irresistible lo invitase a regresar. Era un extraño presentimiento, que, decidido, se sacudió antes de seguir hacia el pueblo. No obstante, la preocupación se reflejaba en su rostro y una o dos veces movió la cabeza, signo inequívoco de la escasa satisfacción que le producía su acto.

Minutos antes de las nueve, se encontraba de nuevo frente a la verja del jardín. Era una noche clara y la brisa apenas movía las ramas de los árboles. La quietud imperante rezumaba un algo siniestro, parecido a la calma que antecede a la tempestad.
Repentinamente alarmado, Poirot apresuró el paso, como si un sexto sentido lo pusiese sobre aviso. De pronto, se abrió la puerta de la verja y Claude Langton, presuroso, salió a la carretera. Su sobresalto fue grande al ver a Poirot.
-¡Ah...! ¡Oh...! Buenas noches.
-Buenas noches, monsieur Langton. ¿Ha teerminado usted?
El joven lo miró inquisitivo.
-Ignoro a qué se refiere -dijo.
-¿Ha destruido ya el nido de avispas? -No.
-¡Oh! -exclamó Poirot como si sufriera uun desencanto-. ¿No lo ha destruido? ¿Qué hizo usted, pues?
-He charlado con mi amigo Harrison. Tenggo prisa, monsieur Poirot. Ignoraba que vendría a este solitario rincón del mundo.
-Me traen asuntos profesionales.
-Hallará a Harrison en la terraza. Lamennto no detenerme.
Langton se fue y Poirot lo siguió con la mirada. Era un joven nervioso, de labios finos y bien parecido.
-Dice que encontraré a Harrison en la teerraza -murmuró Poirot-. ¡Veamos!
Penetró en el jardín y siguió por el sendero. Harrison se hallaba sentado en una silla junto a la mesa. Permanecía inmóvil, y no volvió la cabeza al oír a Poirot.
-¡Ah, mon ami! -exclamó éste-. ¿Cómo se encuentra?
Después de una larga pausa, Harrison, con voz extrañamente fría, inquirió:
-¿Qué ha dicho?
-Le he preguntado cómo se encuentra.
> -Bien. Sí; estoy bien. ¿Por qué no?
-¿No siente ningún malestar? Eso es buenno.
-¿Malestar? ¿Por qué?
-Por el carbonato sódico.
Harrison alzó la cabeza.
-¿Carbonato sódico? ¿Qué significa eso?<
Poirot se excusó.
-Siento mucho haber obrado sin su consenntimiento, pero me vi obligado a ponerle un poco en uno de sus bolsillos.
-¿Que puso usted un poco en uno de mis bbolsillos? ¿Por qué diablos hizo eso?
Poirot se expresó con esa cadencia impersonal de los conferenciantes que hablan a los niños.
-Una de las ventajas o desventajas del ddetective radica en su conocimiento de los bajos fondos de la sociedad. Allí se aprenden cosas muy interesantes y curiosas. Cierta vez me interesé por un simple ratero que no había cometido el hurto que se le imputaba, y logré demostrar su inocencia. El hombre, agradecido, me pagó enseñándome los viejos trucos de su profesión. Eso me permite ahora hurgar en el bolsillo de cualquiera con solo escoger el momento oportuno. Para ello basta poner una mano sobre su hombro y simular un estado de excitación. Así logré sacar el contenido de su bolsillo derecho y dejar a cambio un poco de carbonato sódico. Compréndalo. Si un hombre desea poner rápidamente un veneno en su propio vaso, sin ser visto, es natural que lo lleve en el bolsillo derecho de la americana.
Poirot se sacó de uno de sus bolsillos algunos cristales blancos y aterronados.
-Es muy peligroso -murmuró- llevarlos suueltos.
Curiosamente y sin precipitarse, extrajo de otro bolsillo un frasco de boca ancha. Deslizó en su interior los cristales, se acercó a la mesa y vertió agua en el frasco. Una vez tapado lo agitó hasta disolver los cristales. Harrison los miraba fascinado.
Poirot se encaminó al avispero, destapó el frasco y roció con la solución el nido. Retrocedió un par de pasos y se quedó allí a la expectativa. Algunas avispas se estremecieron un poco antes de quedarse quietas. Otras treparon por el tronco del árbol hasta caer muertas. Poirot sacudió la cabeza y regresó al pórtico.
-Una muerte muy rápida -dijo.
Harrison pareció encontrar su voz.
-¿Qué sabe usted?
-Como le dije, vi el nombre de Claude Laangton en el registro. Pero no le conté lo que siguió inmediatamente después. Lo encontré al salir a la calle y me explicó que había comprado cianuro de potasio a petición de usted para destruir el nido de avispas. Eso me pareció algo raro, amigo mío, pues recuerdo que en aquella cena a que hice referencia antes, usted expuso su punto de vista sobre el mayor mérito de la gasolina para estas cosas, y denunció el empleo de cianuro como peligroso e innecesario.
-Siga.
-Sé algo más. Vi a Claude Langton y a Moolly Deane cuando ellos se creían libres de ojos indiscretos. Ignoro la causa de la ruptura de enamorados que llegó a separarlos, poniendo a Molly en los brazos de usted, pero comprendí que los malos entendidos habían acabado entre la pareja y que la señorita Deane volvía a su antiguo amor.
-Siga.
-Nada más. Salvo que me encontraba en Haarley el otro día y vi salir a usted del consultorio de cierto doctor, amigo mío. La expresión de usted me dijo la clase de enfermedad que padece y su gravedad. Es una expresión muy peculiar, que sólo he observado un par de veces en mi vida, pero inconfundible. Ella refleja el conocimiento de la propia sentencia de muerte. ¿Tengo razón o no?
-Sí. Sólo dos meses de vida. Eso me dijo.
-Usted no me vio, amigo mío, pues tenía otras cosas en qué pensar. Pero advertí algo más en su rostro; advertí esa cosa que los hombres tratan de ocultar, y de la cual le hablé antes. Odio, amigo mío. No se moleste en negarlo.
-Siga -apremió Harrison.
-No hay mucho más que decir. Por pura caasualidad vi el nombre de Langton en el libro de registro de venenos. Lo demás ya lo sabe. Usted me negó que Langton fuera a emplear el cianuro, e incluso se mostró sorprendido de que lo hubiera adquirido. Mi visita no le fue particularmente grata al principio, si bien muy pronto la halló conveniente y alentó mis sospechas. Langton me dijo que vendría a las ocho y media. Usted que a las nueve. Sin duda pensó que a esa hora me encontraría con el hecho consumado.
-¿Por qué vino? -gritó Harrison-. ¡Ojalá no hubiera venido!
-Se lo dije. El asesinato es asunto de mmi incumbencia.
-¿Asesinato? ¡Suicidio querrá decir!
-No -la voz de Poirot sonó claramente aguda-. Quiero decir asesinato. Su muerte seria rápida y fácil, pero la que planeaba para Langton era la peor muerte que un hombre puede sufrir. Él compra el veneno, viene a verlo y los dos permanecen solos. Usted muere de repente y se encuentra cianuro en su vaso. ¡A Claude Langton lo cuelgan! Ese era su plan.
Harrison gimió al repetir:
-¿Por qué vino? ¡Ojalá no hubiera venido!
-Ya se lo he dicho. No obstante, hay otro motivo. Lo aprecio monsieur Harrison. Escuche, mon ami; usted es un moribundo y ha perdido la joven que amaba; pero no es un asesino. Dígame la verdad: ¿Se alegra o lamenta ahora de que yo viniese?
Tras una larga pausa, Harrison se animó. Había dignidad en su rostro y la mirada del hombre que ha logrado salvar su propia alma. Tendió la mano por encima de la mesa y dijo:
-Fue una suerte que viniera usted.

08 septiembre 2025

EL MAR


                                                                   LIMA-PERU



EL MAR CON SU GUITARRA ONDULAN TE
ENTRE CREPUSCULARES OLAS
REFUGIA LOS RECUERDOS
Y PREFIERE LOS OLVIDOS

EL MAR GUARDA LOS LABIOS
LOS BESOS Y GEMIDOS
ESTREMECE LOS CUERPOS Y VIVE ENTRE LATIDOS
SE YERGUE ENTRE LOS SUEÑOS Y CARICIAS ESCONDIDAS

EL MAR SE APROPIA DE LAS ALMAS QUE NO TIENEN CONSUELO
ARRASA CON LAS NOCHES DE APASIONADOS CUERPOS
Y DUERME ENTRE LOS SEXOS DE AMORES IMPERFECTOS

EL MAR ESTA EN TU CUERPO MUJER  OBRA DEL CIELO
MI VIDA YA ES TU VIDA TU ETERNA PRIMAVERA
Y YO SERÉ TU ESCLAVO MOJADO EN TU PECERA.





























07 septiembre 2025

UNA AUSENCIA TE DARIA




QUERÍA SOLO DECIRTE AMIGO MÍO
 CARGO INMENSA TERNURA SOBRE MI VIDA
SE ME AFLOJA EL ALMA NO ESTAS TU
PARA CONTARTE MI DESVENTURA

PRESIENTO MARES DE SOLEDAD
QUE INVADEN MI CUERPO
Y TRASCIENDO UNA LUZ INFINITA
QUE CIERRA MIS OJOS

HAY UN CIELO CAÍDO EN MIS MANOS
QUE BROTA LIRIOS DE LLANTO
NO HAY ILUSIÓN TODO ES VANO

Y  VA CAYENDO UNA SOMBRA
QUE ME ATRAPA LENTAMENTE
Y ME ELEVA HACIA SU ENGAÑO.


06 septiembre 2025

TENGO MIEDO








Tengo miedo de perder 
lo maravilloso de tu rostro
tu sonrisa olor a sol
y tus labios miel de caña
Tengo miedo de perder 
el aliento de tu boca
que exhala menta
y besa rosas
Tengo miedo de perder
los encantos de tu cuerpo
tus secretos de mujer
y todo lo que de ti he ganado
las aguas de tu manantial
y los sueños que he soñado



05 septiembre 2025

MAÑANA SERA DE NUEVO HOY



Sigue demorando el sufrimiento
de quienes hoy estaran solos
como el viento 
Lentitud de siglos
de mentiras de opresiòn
Mañana sera de nuevo hoy
y el hoy sera el horizonte
de los que nada tienen
Hay caravanas de soledad
mientras la ignominia celebra
el silencio arranca un pan
y lo pone en la mesa de piedra
para que flote en los estòmagos
de los hambrientos
Mañana serà otro dìa
un despertar ovìparo
y un amanecer doliente
apretado al sentimiento
pero habrà una condena errante
para quienes no viven
pero son almas de siempre.

04 septiembre 2025

CONTRADICCION INMORTAL



Contradicción inmortal
aquella que jamás se sufre
que todo es alegría
o simplemente una verdad

Siempre te he querido
y siempre te querré
jamás he de olvidarte
contigo moriré

La unión hace la fuerza
y contigo viviré
tu serás mi eterno abrigo
y nunca te dejaré

La vida histeria y rutina
construye sus propias normas
entre cuyas las mentiras
del siempre y nunca más

El siempre siembra torturas
el jamás brota desazón
y aunque obstinados sabemos
que todo esto es sin razón

Los recuerdos se sustentan
en abismos y locuras
cuando la tenemos cerca
jamás vamos a olvidarla

Cuando se va para siempre
siempre la recordaremos
jamás entrará en el olvido
y nunca jamás morirá

Contradicción y flaqueza
servicio a la sin razón
Nada siempre lleva un nunca
y el jamás es un abismo 
de mentira y aflicción.


                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         










03 septiembre 2025

DONDE TE ENCUENTRAS




LIMA-PERU


POR FAVOR DONDE TE ENCUENTRAS
MI PENSAMIENTO TE BUSCA
PERO SIEMPRE ETAS AUSENTE
DIME SI NO ME MIENTES
O QUIERES QUE TE RECUERDE SIN VERTE
MI SOLEDAD ERES TU MISMA
YA NO RESPIRAN MIS VERSOS
TAMPOCO ESTOY EN LA VIDA
ESTOY EN LO QUE RESPIRAS
¿EN LO ETERNO DE TU VOZ
¿DIME ¿EN QUE VACIO ESTA TU NOMBRE?
¿HAY CANTOS Y SOLEDADES?
¿ACASO ALLI ESTA?
DIME ¿POR QUE CAMINO
ANDA MI DESENGAÑO
MI TRSITEZA Y MI DOLOR?
POR FAVOR NO TE LO PIDO
¡TE LO EXIJO POR AMOR!














?


02 septiembre 2025

HOY,MAÑANA Y SIEMPRE HABRA POESIA














Historia de la Poesía Española


Poesía medieval

La lírica del medioevo peninsular, englobando los siglos X al XV. Desde sus primeras manifestaciones en las jarchas al prehumanismo de Jorge Manrique.

El renacimiento

La llegada de las formas italianas en el siglo XVI a la poesía nacional supuso el inicio del llamado "Siglo de Oro" de nuestra lírica.

El Barroco

Tras el manierismo en el XVII la poesía se barroquiza. Es el momento de los grandes, como Quevedo, Lope de Vega o Góngora.

El siglo XVIII versión provisional

El siglo de las luces no fue muy propicio para la expresión lírica, pero legó poetas y fabulistas de la talla de Iriarte, Samaniego o Menéndez Valdés.

El Romanticismo y postromanticismo versión provisional

En el siglo XIX surge el apogeo del subjetivismo romántico. Grandes románticos y posrománticos escriben en una convulsa España.

Poesía burguesa del XIX versión provisional

La segunda mitad del siglo vio poetas que no hoy no han transcendido que escribieron una lírica exitosa al gusto y la moda burguesa.

Modernismo y generación del 98 versión provisional

Comienza el XX y la poesía, influida por simbolistas y parnasianos, experimenta y cuida la forma y la musicalidad. Por contra, el existencialismo se debió al grupo del 98.

Las Vanguardias y otras tendencias versión provisional

Con las vanguardias surge el ansia experimentalista de una literatura original e irracional. Otras voces, como Juan Ramón Jiménez, buscan otros horizontes más serenos para su poesía.

La generación del 27 versión provisional

Herederos de toda la poesía anterior, de los clásicos a Juan Ramón Jiménez, y superadores, surge este grupo irrepetible.

Poesía de la posguerra versión provisional

Historia General de la Poesía (versión provisional)


Poesía greco-latina

Homero, Ovidio, Virgilo y sobre todo Horacio dotaron de mitos, tópicos, formas y manera de entender la poesía a toda la poesía occidental posterior.

Poesía árabe y oriental

Sin apenas contacto con Europa, una rica poesía se cultiva en las refinadas cortes musulmanes o el Imperio Chino donde se cuida la estética.

Edad Media

Los reinos cristianos europeos dan a luz sus propias líricas y epopeyas. Poesía popular cantada por juglares y lírica caballeresca marcan la poesía.

Renacimiento: del treccento al manierismo

Dante y sobre todo Petrarca revolucionan la poesía europea. Las nuevas formas clásicas perduran hasta derivar en el manierismo del XVI.

El barroco y los clásicos europeos

A finales del siglo XVI y en el siglo XVII la lírica alcanza cumbres literarias en los reinos más poderosos, como España, Inglaterra o Francia.

Neoclasicismo y racionalismo del XVIII

La lírica recurre al formalismo y contención de los clásicos greco-latinos, renunciando al barroquismo en que derivó el siglo XVII y "racionalizándose".

Romanticismo

En la primera mitad del siglo XIX se apuesta por el subjetivismo y la espontaneidad del romanticismo. Desde Alemania se extiende con diferentes matices por toda Europa.

Simbolismo, parnasianismo y fin del XIX

La poesía se preocupa fundamentalmente por innovar y ser originales. Añádase el dandismo y decadentismo y tendremos a Baudelaire, Wilde...

Las vanguardias y primera mitad del XX

En un periodo marcado por dos guerra mundiales se experimenta todas las formas posibles de arte, renovando y rompiendo esquemas.

La poesía en el siglo XX

En un mundo globalizado la literatura también se universaliza. Ya en el inicio del siglo XX pesan poetas orientales como Tagore, o la activa literatura americana, añadiéndose a las tradicionales "canteras" europeas.

Historia de la Poesía Hispanoamericana


Poesía colonial, del XVI al XVIII

La primera poesía en castellano se escribe pronto en América, tras la ocupación española. Alejados de Europa, los poetas mantienen las corrientes del Renacimiento y el Barroco con particularidades.

El Romanticismo del siglo XIX

El romanticismo igualmente arraigó un muchos autores sudamericanos formando varias generaciones de poetas.

Modernismo

Es la versión hispana del decadentismo europeo. Los grandes promotores del modernismo fueron americanos: Martí y sobretodo Rubén Darío.

Posmodernismo y otras tendencias del XX

Ya entrado el siglo XX nuevas voces reaccionan contra el modernismo apostando por una poesía intimista y personal. Por otro lado se inician otros estilos como la "poesía pura" y la "poesía negra".

Las Vanguardias y los grandes poetas del XX

Además de numerosas resonancias surrealistas en Neruda, Paz o Vallejo, los poetas hispanoamericanos crearon sus propios "ismos" como el creacionismo de Huidobro o el ultraísmo (importado de España) de Borges.

Poesía de la segunda mitad del siglo XX

En cincuenta años y un territorio tan extenso es difícil establecer un etiquetado riguroso. Poetas ciertamente transcendentes en la poesía en español se dan a conocer en estos años como Gelman o Benedetti.

a poetas más críticos y la "poesía social".

La generación del 50 versión provisional

Una nueva hornada de poetas, los niños de la guerra, escriben sobre diversos temas enriqueciendo la lírica nacional a pesar de la censura.

Poesía de los 70 a fin de siglo versión provisional

Siendo pronto para una valoración general, estos treinta años han dado a luz a nuevos poetas y distintas etapas creativas.