Estoy mirando fijamente el ocultamiento del sol.
Y en la tranquilidad de esta tarde pienso en tantas cosas,
a tal punto que no entrarian en un bosque.
A veces trato de complacer al silencio de la tierra,
pero es en vano el silencio germina y se va.
Las aves mientras vuelan semejan a los amores soñados,
a esos que vuelan y vuelan y nunca se han dado.
Todo me parece indiferente aunque trato de ubicarme igual que ayer.
Cada día trae su propia lejanía, su propia tonteria.
Me detengo y no pienso, pero hay algo que me hace nuevamente pensar.
Es la mujer ociosa que algo balbusea y levanta los hombros y se va.
Se va de seguro a ubicar detras de su puerta a ver si escucha algo para ser feliz.
Miro la hora y me perturba, porque sin verla pensaba más.
Tal vez será el tiempo el que nos hace brutos,
quizá sea la distancia la que nos hace soñar.
Ahora comprendo por qué el silencio tiene cara de hambre.
Tengo la certeza que una hora en silencio,
puede sustituir la distancia que hay entre tú y yo.
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