Hasta cuando
jugaremos
a ser grandes,
hasta cuando
seguiremos accecibles
a la risa adulta
y a lo infame
de la vida;
porque
hay dentro
de nosotros
una cándida
inocencia
y una melodia
de besos
que llenan
de ternura
a millares de abejas,
hay muy dentro
de nosotros
una música infantil
que se prende
en la guitarra
de la noche
y no quiere
salir
pensando que aún
no ha llegado
su hora,
dejemos
que brote
de nuestros íntimos
deseos
el manantial
de nuestra infancia,
renovemos
el mundo
con una sonrisa
y con el tierno
abrazo
de nuestra
eterna inocencia.
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