10 mayo 2014



Historia de una madre
[Cuento infantil. Texto completo.] Hans Christian Andersen

Estaba una madre sentada junto a la cuna de su hijito, muy afligida y angustiada, pues temía que el pequeño se muriera. Éste, en efecto, estaba pálido como la cera, tenía los ojitos medio cerrados y respiraba casi imperceptiblemente, de vez en cuando con una aspiración profunda, como un suspiro. La tristeza de la madre aumentaba por momentos al contemplar a la tierna criatura.
Llamaron a la puerta y entró un hombre viejo y pobre, envuelto en un holgado cobertor, que parecía una manta de caballo; son mantas que calientan, pero él estaba helado. Se estaba en lo más crudo del invierno; en la calle todo aparecía cubierto de hielo y nieve, y soplaba un viento cortante.
Como el viejo tiritaba de frío y el niño se había quedado dormido, la madre se levantó y puso a calentar cerveza en un bote, sobre la estufa, para reanimar al anciano. Éste se había sentado junto a la cuna, y mecía al niño. La madre volvió a su lado y se estuvo contemplando al pequeño, que respiraba fatigosamente y levantaba la manita.
-¿Crees que vivirá? -preguntó la madre-. ¡El buen Dios no querrá quitármelo!
El viejo, que era la Muerte en persona, hizo un gesto extraño con la cabeza; lo mismo podía ser afirmativo que negativo. La mujer bajó los ojos, y las lágrimas rodaron por sus mejillas. Tenía la cabeza pesada, llevaba tres noches sin dormir y se quedó un momento como aletargada; pero volvió en seguida en sí, temblando de frío.
-¿Qué es esto? -gritó, mirando en todas direcciones. El viejo se había marchado, y la cuna estaba vacía. ¡Se había llevado al niño! El reloj del rincón dejó oír un ruido sordo, la gran pesa de plomo cayó rechinando hasta el suelo, ¡paf!, y las agujas se detuvieron.
La desolada madre salió corriendo a la calle, en busca del hijo. En medio de la nieve había una mujer, vestida con un largo ropaje negro, que le dijo:
-La Muerte estuvo en tu casa; lo sé, pues la vi escapar con tu hijito. Volaba como el viento. ¡Jamás devuelve lo que se lleva!
-¡Dime por dónde se fue! -suplicó la madre-. ¡Enséñame el camino y la alcanzaré!
-Conozco el camino -respondió la mujer vestida de negro pero antes de decírtelo tienes que cantarme todas las canciones con que meciste a tu pequeño. Me gustan, las oí muchas veces, pues soy la Noche. He visto correr tus lágrimas mientras cantabas.
-¡Te las cantaré todas, todas! -dijo la madre-, pero no me detengas, para que pueda alcanzarla y encontrar a mi hijo.
Pero la Noche permaneció muda e inmóvil, y la madre, retorciéndose las manos, cantó y lloró; y fueron muchas las canciones, pero fueron aún más las lágrimas. Entonces dijo la Noche:
-Ve hacia la derecha, por el tenebroso bosque de abetos. En él vi desaparecer a la Muerte con el niño.
Muy adentro del bosque se bifurcaba el camino, y la mujer no sabía por dónde tomar. Se levantaba allí un zarzal, sin hojas ni flores, pues era invierno, y las ramas estaban cubiertas de nieve y hielo.
-¿No has visto pasar a la Muerte con mi hijito?
-Sí -respondió el zarzal- pero no te diré el camino que tomó si antes no me calientas apretándome contra tu pecho; me muero de frío, y mis ramas están heladas.
Y ella estrechó el zarzal contra su pecho, apretándolo para calentarlo bien; y las espinas se le clavaron en la carne, y la sangre le fluyó a grandes gotas. Pero del zarzal brotaron frescas hojas y bellas flores en la noche invernal: ¡tal era el ardor con que la acongojada madre lo había estrechado contra su corazón! Y la planta le indicó el camino que debía seguir.
Llegó a un gran lago, en el que no se veía ninguna embarcación. No estaba bastante helado para sostener su peso, ni era tampoco bastante somero para poder vadearlo; y, sin embargo, no tenía más remedio que cruzarlo si quería encontrar a su hijo. Se echó entonces al suelo, dispuesta a beberse toda el agua; pero ¡qué criatura humana sería capaz de ello! Mas la angustiada madre no perdía la esperanza de que sucediera un milagro.
-¡No, no lo conseguirás! -dijo el lago-. Mejor será que hagamos un trato. Soy aficionado a coleccionar perlas, y tus ojos son las dos perlas más puras que jamás he visto. Si estás dispuesta a desprenderte de ellos a fuerza de llanto, te conduciré al gran invernadero donde reside la Muerte, cuidando flores y árboles; cada uno de ellos es una vida humana.
-¡Ay, qué no diera yo por llegar a donde está mi hijo! -exclamó la pobre madre-, y se echó a llorar con más desconsuelo aún, y sus ojos se le desprendieron y cayeron al fondo del lago, donde quedaron convertidos en preciosísimas perlas. El lago la levantó como en un columpio y de un solo impulso la situó en la orilla opuesta. Se levantaba allí un gran edificio, cuya fachada tenía más de una milla de largo. No podía distinguirse bien si era una montaña con sus bosques y cuevas, o si era obra de albañilería; y menos lo podía averiguar la pobre madre, que había perdido los ojos a fuerza de llorar.
-¿Dónde encontraré a la Muerte, que se marchó con mi hijito? -preguntó.
-No ha llegado todavía -dijo la vieja sepulturera que cuida del gran invernadero de la Muerte-. ¿Quién te ha ayudado a encontrar este lugar?
-El buen Dios me ha ayudado -dijo la madre-. Es misericordioso, y tú lo serás también. ¿Dónde puedo encontrar a mi hijo?
-Lo ignoro -replicó la mujer-, y veo que eres ciega. Esta noche se han marchitado muchos árboles y flores; no tardará en venir la Muerte a trasplantarlos. Ya sabrás que cada persona tiene su propio árbol de la vida o su flor, según su naturaleza. Parecen plantas corrientes, pero en ellas palpita un corazón; el corazón de un niño puede también latir. Atiende, tal vez reconozcas el latido de tu hijo, pero, ¿qué me darás si te digo lo que debes hacer todavía?
-Nada me queda para darte -dijo la afligida madre pero iré por ti hasta el fin del mundo.
-Nada hay allí que me interese -respondió la mujer pero puedes cederme tu larga cabellera negra; bien sabes que es hermosa, y me gusta. A cambio te daré yo la mía, que es blanca, pero también te servirá.
-¿Nada más? -dijo la madre-. Tómala enhorabuena -. Dio a la vieja su hermoso cabello, y se quedó con el suyo, blanco como la nieve.
Entraron entonces en el gran invernadero de la Muerte, donde crecían árboles y flores en maravillosa mezcolanza. Había preciosos, jacintos bajo campanas de cristal, y grandes peonías fuertes como árboles; y había también plantas acuáticas, algunas lozanas, otras enfermizas. Serpientes de agua las rodeaban, y cangrejos negros se agarraban a sus tallos. Crecían soberbias palmeras, robles y plátanos, y no faltaba el perejil ni tampoco el tomillo; cada árbol y cada flor tenia su nombre, cada uno era una vida humana; la persona vivía aún: éste en la China, éste en Groenlandia o en cualquier otra parte del mundo. Había grandes árboles plantados en macetas tan pequeñas y angostas, que parecían a punto de estallar; en cambio, se veían míseras florecillas emergiendo de una tierra grasa, cubierta de musgo todo alrededor. La desolada madre fue inclinándose sobre las plantas más diminutas, oyendo el latido del corazón humano que había en cada una; y entre millones reconoció el de su hijo.
-¡Es éste! -exclamó, alargando la mano hacia una pequeña flor azul de azafrán que colgaba de un lado, gravemente enferma.
-¡No toques la flor! -dijo la vieja-. Quédate aquí, y cuando la Muerte llegue, pues la estoy esperando de un momento a otro, no dejes que arranque la planta; amenázala con hacer tú lo mismo con otras y entonces tendrá miedo. Es responsable de ellas, ante Dios; sin su permiso no debe arrancarse ninguna.
De pronto se sintió en el recinto un frío glacial, y la madre ciega comprendió que entraba la Muerte.
-¿Cómo encontraste el camino hasta aquí? -preguntó.- ¿Cómo pudiste llegar antes que yo?
-¡Soy madre! -respondió ella.
La Muerte alargó su mano huesuda hacia la flor de azafrán, pero la mujer interpuso las suyas con gran firmeza, aunque temerosa de tocar una de sus hojas. La Muerte sopló sobre sus manos y ella sintió que su soplo era más frío que el del viento polar. Y sus manos cedieron y cayeron inertes.
-¡Nada podrás contra mí! -dijo la Muerte.
-¡Pero sí lo puede el buen Dios! -respondió la mujer.
-¡Yo hago sólo su voluntad! -replicó la Muerte-. Soy su jardinero. Tomo todos sus árboles y flores y los trasplanto al jardín del Paraíso, en la tierra desconocida; y tú no sabes cómo es y lo que en el jardín ocurre, ni yo puedo decírtelo.
-¡Devuélveme mi hijo! -rogó la madre, prorrumpiendo en llanto. Bruscamente puso las manos sobre dos hermosas flores, y gritó a la Muerte:
-¡Las arrancaré todas, pues estoy desesperada!
-¡No las toques! -exclamó la Muerte-. Dices que eres desgraciada, y pretendes hacer a otra madre tan desdichada como tú.
-¡Otra madre! -dijo la pobre mujer, soltando las flores-. ¿Quién es esa madre?
-Ahí tienes tus ojos -dijo la Muerte-, los he sacado del lago; ¡brillaban tanto! No sabía que eran los tuyos. Tómalos, son más claros que antes. Mira luego en el profundo pozo que está a tu lado; te diré los nombres de las dos flores que querías arrancar y verás todo su porvenir, todo el curso de su vida. Mira lo que estuviste a punto de destruir.
Miró ella al fondo del pozo; y era una delicia ver cómo una de las flores era una bendición para el mundo, ver cuánta felicidad y ventura esparcía a su alrededor.
La vida de la otra era, en cambio, tristeza y miseria, dolor y privaciones.
-Las dos son lo que Dios ha dispuesto -dijo la Muerte.
-¿Cuál es la flor de la desgracia y cuál la de la ventura? -preguntó la madre.
-Esto no te lo diré -contestó la Muerte-. Sólo sabrás que una de ellas era la de tu hijo. Has visto el destino que estaba reservado a tu propio hijo, su porvenir en el mundo.
La madre lanzó un grito de horror:
-¿Cuál de las dos era mi hijo? ¡Dímelo, sácame de la incertidumbre! Pero si es el desgraciado, líbralo de la miseria, llévaselo antes. ¡Llévatelo al reino de Dios! ¡Olvídate de mis lágrimas, olvídate de mis súplicas y de todo lo que dije e hice!
-No te comprendo -dijo la Muerte-. ¿Quieres que te devuelva a tu hijo o prefieres que me vaya con él adonde ignoras lo que pasa?
La madre, retorciendo las manos, cayó de rodillas y elevó esta plegaria a Dios Nuestro Señor:
-¡No me escuches cuando te pida algo que va contra Tu voluntad, que es la más sabia! ¡No me escuches! ¡No me escuches!
Y dejó caer la cabeza sobre el pecho, mientras la Muerte se alejaba con el niño, hacia el mundo desconocido.
FIN

A MI MADRE DEL ALMA




Que bellos momentos
se viven cuando esta  la madre.
A veces la siento en la lejanía
de su ausencia inerte.
Me conmueve el alma
pensar que esta muerta.
Ella era sensible
y lloraba de angustia.
La recuerdo triste
y en sus oraciones 
nos amaba mucho.
Ella me abrigaba en el frió invierno
y nos prodigaba su cálido aliento.
Mi madre sufría
y sus ojos dos perlas
húmedas y hermosas
miraban cansadas su obra
y su tiempo..
Mi madre cantaba
y a pesar de todo 
su corta alegría nos iluminaba.
Le canto a mi madre
fuerza y pensamiento.
La tenia siempre
no pensé perderle.
El tiempo ha pasado
y a veces la veo, la beso
y la siento..
Sus ojos dos perlas
cerraron por siempre.
Mi madre luz tenue
se me fue muriendo
y hoy la necesito
pero no la encuentro.

09 mayo 2014

CUENTOS CORTOS



Almas con olor a cebolla

Cecilia COURTOISIE NIN




Esta mujer tiene algo especial en las manos. Sus dedos gruesos hablan. Sus uñas negras, los nudillos apenas deformados. La resequedad de la piel.
Aprieta el cuchillo entre los dedos y corta la zanahoria casi sin esfuerzo. Pedazos chiquitos para la sopa. Calabaza, puerro, cebolla. Bandejitas de verdura en juliana.
Buen día ¿me da una banana? ¿una sola? Sí. Dos pesos. ¿Dos pesos? Por unidad es más caro. Bueno. ¿Algo más va a llevar? No, nada más, gracias.
Detrás de la expresión seria, un dolor atrasado. El estómago oprimido se oculta bajo la redondez del cuerpo. Cuerpo cansado. Lento.
Lejos quedaron los días de críos en la espalda. De palabras crueles de gente igual, pero con otra vida. Lejos, pero más presente que nunca.
Los anhelos se arrancan de los azotes recibidos, los sueños deformados por lágrimas imperceptibles. Inaceptables. El pecho que se incendia con la naturalidad del aire y trasmite en esa fuerza, generación tras generación, el sabio sigilo de la lucha imperecedera.
La victoria descalza deja huellas en la planta del pie.
La angustia en silencio. El silencio que asume la rabia del otro, la absurda intolerancia.
Los huesos sufren, pero se callan.
¡Deja las ciruelas quietas! Gabriel, vigila a tu hermano. ¿Qué le doy, señor? ¿un kilo? Los zapallitos dos kilos cinco pesos. Un kilo, tres. ¡Gabriel, vigila a tu hermano te he dicho! El brócoli se lo dejo dos con cincuenta porque no vino bueno. ¡Quita tu mano de allí te he dicho! ¡Gabriel! El tomate de oferta se ha acabado, tiene esos a cuatro pesos. ¡Gabriel!
Muchos siglos esperando la esperanza. Con la esperanza a cuestas se sueña distinto, se lucha distinto, la dignidad es posible.
El día empieza mucho antes si se hacen trámites.
Filas eternas de personas que acampan, en busca de un sueño deseado por obligación. Dejar de pertenecer para ser de otra parte. Colas inacabables por una identidad legal. Prueba indeleble del exilio.
Madrugadas enteras desperdiciadas en un papel. Punto de partida de una aparente vida nueva. Sudamérica, hermanos latinoamericanos. Buenos Aires, la utopía disfrazada de anhelos tangibles. Sábanas limpias, un trabajo digno. ¿Digno de quién? ¡Sudamérica! ¿hermanos latinoamericanos?
La Patria Grande.
Falta la partida de nacimiento. Pero yo he traído todo. Todo no, le falta la partida legalizada en su país de origen. Pero yo he traído todo lo que me han dicho ustedes. ¿No entiende lo que le digo, señora? Falta la partida legalizada. A ver, ¿de dónde es usted? ¿y tiene familia allá? Bueno, mándeles la partida para que le hagan el trámite y vuelva otro día. Ya vine cinco veces. ¡Le falta la partida, señora! Vuelva otro día, hoy no puedo hacer nada.
Otra vez el silencio.
Las manos de esta mujer tienen algo. Hablan. Cuentan su historia.
Llega a casa cuando la noche está avanzada, con sus hijos de las manos. El más pequeño quizás en brazos. Abierta al reencuentro que la espera puertas adentro, donde todo está en calma.
La familia unida, por el exilio, por la historia compartida, por el porvenir que están creando. La familia toda, completa, los que ya están, los que van llegando.
La esperanza contenida en los sabores que pasan de mano en mano, hombres y mujeres, núcleo inseparable, inquebrantable. El aroma de los otros que allá están, que son pero no son. Desconocidos de la misma raza, humanos, seres que explotan de vida, de angustia, de anécdotas que son distintas y tan iguales. Rituales que son de todos y que ellos se llevaron a otra parte. Rituales compartidos a la distancia con aquellos que aún luchan en la tierra que los trajo. Pacha al rojo vivo que guarda en frasquitos los vientos huracanados.
Puertas adentro el alma se reconstruye, se comprende. Puertas adentro de casa, y del país que una vez fue nuevo.



(Em português:)

Almas com cheiro de cebola

Cecilia COURTOISIE NIN



Esta mulher tem algo especial nas mãos. Seus dedos rudes falam. As unhas negras, as articulações ligeiramente deformadas, a secura da pele.
Aperta a faca entre os dedos e, quase sem esforço, corta a cenoura. Pedaços pequeninos, para a sopa. Abóbora, alho-poró, cebola. Bandejinhas de verdura picada.
Bom dia; me dá uma banana? Uma só? Sim. Dois pesos. Dois pesos? Por unidade é mais caro. Tudo bem. Vai levar mais alguma coisa? Não, nada mais, obrigado.
Por trás da expressão séria, uma dor que se prolonga. O estômago oprimido se esconde sob a redondez do corpo. Corpo cansado. Lento.
Já vão longe os dias de carregar bebês nas costas. Dias de palavras cruéis de gente igual, mas com outra vida. Já vão longe, embora estejam mais presentes do que nunca.
Os anseios se apartam dos açoites recebidos, os sonhos deformados por lágrimas imperceptíveis. Inaceitáveis. O peito que se incendeia com a naturalidade do ar e transmite, nessa força, de geração em geração, o sábio segredo da luta imperecível.
A vitória descalça deixa marcas na planta dos pés. A angústia em silêncio. O silêncio que assume a raiva do outro, a absurda intolerância.
Os ossos sofrem, mas se calam.
Largue essas ameixas, Gabriel! Tome conta do seu irmão. O que deseja, senhor? Um quilo? Dois quilos de abobrinha, cinco pesos. Um quilo, três. Gabriel, tome conta do seu irmão, eu já disse! O brócolis, deixo dois por cinquenta, porque não está muito bom. Já disse para tirar a mão daí, Gabriel! O tomate em oferta acabou, tenho esses outros, a quatro pesos. Gabriel!
Muitos séculos à espera da esperança. Com esperança, sonha-se diferente, luta-se diferente, a dignidade é possível.
O dia começa muito antes, quando há trâmites a fazer.
Filas eternas de pessoas que acampam, em busca de um sonho desejado por obrigação. Deixar de ser de um lugar, para ser de outro. Filas intermináveis, por uma identidade legal. Prova indelével do exílio.
Madrugadas inteiras desperdiçadas num papel. Ponto de partida de uma vida aparentemente nova. América do Sul, irmãos latino-americanos. Buenos Aires, a utopia disfarçada de anseios tangíveis. Lençóis limpos, um trabalho digno. Digno de quem? América do Sul! Irmãos latino-americanos?
A Pátria Grande.
Falta a certidão de nascimento. Mas eu já trouxe tudo. Tudo, não. Falta a certidão, autenticada em seu país de origem. Mas eu trouxe tudo o que me disseram para trazer! Não entende o que eu falo, senhora? Falta a certidão autenticada. Vejamos, de onde a senhora é? E tem familiares, por lá? Bem, mande-lhes a certidão para que a autentiquem, e volte outro dia. Já vim cinco vezes. Falta a certidão, senhora! Volte outro dia, hoje não posso fazer nada.
Outra vez o silêncio.
As mãos desta mulher têm algo. Falam. Contam sua história.
Chega à casa, a noite já avançada, puxando os filhos pela mão, o menor provavelmente no colo. Aberta ao reencontro que a espera, lá dentro, onde tudo é calmaria.
A família unida pelo exílio, pela história compartilhada, pelo futuro que está criando. A família toda, completa, os que já chegaram, os que vão chegando.
A esperança contida nos sabores que passam de mão em mão, homens e mulheres, núcleo inseparável, inquebrantável. O aroma dos outros que lá estão, que são mas não são. Desconhecidos da mesma raça, humanos, seres que explodem de vida, de angústia, de casos que são diferentes e tão iguais. Rituais que são de todos e que eles levaram para outro lugar. Rituais compartilhados à distância, com aqueles que ainda lutam na terra de onde vieram. Pacha incandescente que guarda em pequeninos frascos os ventos que têm a força de furacões.
Portas adentro, a alma se reconstrói, se acalma. Portas adentro de casa e do país que um dia foi novo.

Cecilia Courtoisie Nin
Buenos Aires, Argentina

QUIERO SER LIBRE Y VOLAR COMO PAJARO...





Mientras avanzo
por las anchas veredas
 del tiempo,
veo mi sombra
en un espacio profundo.
Sera tal vez
mi dimension verdadera?
o tal vez un efecto cualquiera?
Que hay en mi por Dios.
Que ocasiona estar aqui?
Repleto de angustia.
Mirando el teclado
casi imperfecto.
A no ser que poco a poco
va mejorando su aspecto.
Por que estoy pensando
y afanandome tanto?.
Quiero ser libre de mi
y volar como un pajado.
Quisiera estar loco
para sentir con mas impetu
el latir del tiempo.
Para gritar con orgullo
la Verdad como un pajaro al viento!

08 mayo 2014

NUEVOS TIEMPOS


Dos lágrimas corrieron por sus mejillas. Se agachó y limpió el polvo acumulado durante casi dos años sobre aquel pedazo frío de mármol que servía de única identificación. Podía leerse: “María Azucena Infante Travieso” (junio 24 de 1987 – febrero 29 de 2012)
Se levantó y miró en dirección Norte. Cerró los puños y pidió a Dios perdón para quienes no lo merecían.
Volvió a bajar la vista. Dijo una breve oración y se limpió las lágrimas, tan amargas como el dolor que le embargaba.
Un pequeño de cinco años llegó corriendo a su lado.
-Abuelo, ¿y mamá? Me dijiste que la veríamos.
-Aquí está, en su nueva casa –dijo el anciano en un susurro.
Tomó al niño en sus brazos. Volvió a agacharse y colocó la flor que este traía entre sus manitos.
-Hija mía, ahora ya no emigramos al Norte. Gracias a la nueva América que construimos para todos no tendremos que dejar nuestra tierra por una ajena, o por quienes nos desdeñan y persiguen y ultrajan y explotan…. ¡Al fin, por Dios, podemos llamarnos americanos, sin temores o malas interpretaciones! ¡Ojalá estuvieras aquí!
Bajó al pequeño, se puso de pie y lo tomó de la mano. Dieron la espalda al sepulcro y partieron, para jamás regresar.

 
Eduardo Pérez Otaño
Pinar del Río, Cuba          

LOS DIAS SON INHUMANOS



Sin saber me fui retirando.
No pude arriesgarme
a penetrar en tu mundo
y deje para nunca tus recuerdos.
No logre jamas saber de ti,
si tienes alma o simplemente
un tiempo.
Sin saber deje a la deriva
lo condicional
y jugué a adivinarte.
Sin saber ahora
dejo la sospecha 
si fuiste una roca
o una mujer sensitiva.
Y sigo no sabiendo
si eres momento
o un horizonte abierto
lleno de sentimientos.
Es mejor así 
ahora que los días
son inhumanos.

07 mayo 2014

TU AUSENCIA




Que si no fuere así,
escribiría sobre el cielo.
Si acaso aun te recordaría
debes estar segura
que mis manos dibujarían tu recuerdo.
Tanto te quise.
Ahora solo tengo olvido
y mañana tal vez
en la penumbra que imponen los años,
tu ausencia
envolverá mi pensamiento.
Ya no seras tu.
Sera otro momento
y como ayer paso a paso
se ira extinguiendo.
Que si no fuere así
es porque quizá he muerto.

06 mayo 2014

MI HORIZONTE ES TIERRA FERTIL




Estoy al borde 
de destruir la mentira.
Acaso la mentira
no es una verdad?
Todo se encuentra lleno
de mentira.
Campea por donde vas.
Aunque me da nausea
convivir con falsedades,
creo que debo  seguir
luchando contra ese cáncer.
Respondo por mi camino,
por la tierra firme 
que voy labrando.
No importa lo que deba recorrer
mi palabra es mi lampa
mi horizonte es tierra fértil.
Quizá al final de nuestra vida,
lejos la meta este:
pero el camino es claro.

05 mayo 2014

AL ATARDECER


Al atardecer cuando llega la calma
empiezo a entrar a mi mundo.
Y cuando llega el invierno
mi pensamiento
se llena de llanto.
Empiezo a escribir.
Me recuerdo los días de niño

y los cuentos antes de dormir.

Aprecio tanto la voz de mi madre
y lejanos siento sus besos de miel.
Se viene a mi mente las 
las cálidas noches.
La lluvia caía en mi rostro
y buscaba las estrellas ver.
Son lindas las flores mojadas.
Son bellas las noches del ayer.

04 mayo 2014

A VECES

A veces estoy contigo
ciego solo te veo a ti.
A veces me vuelves loco
con tus caricias muy tuyas.
A veces no existe nada mas que tu.
A veces me envuelves 
en tus piernas,
mientras en tus pechos sacio mi sed.
A veces tu boca de estrellas
me hace ver el cielo lleno de ti.
A veces nos despertamos
y estamos lejos.
A veces mi sueño 
es una estrella fugaz 
donde no estas.
A veces te recuerdo intacta
y tu risa y tu pelo
y tu voz y tu cuerpo
son dueños de mi.

EL AMOR SOLO SE DA AUNQUE NO TENGA RESPUESTA

Hoy al levantarme hace unas tres horas
senti nostalgias muy fuertes.
Era como si extrañase algo recondito.
Pense por que todo esto?
y no tuve respuesta.
A veces pienso que capaz  no tengo ya reflejos
para aceptar los recuerdos.
Siempre entregue lo mejor de mi a todos.
Ame, amo y amare fielmente.
Jamas se interrupira este amor que siento.
No importa si no me aman.
El amor no piensa ni ve solo se siente.
El amor cuando se entrega
no muere y queda aunque lo echen.
La nostalgia de un amor es sutil
y aunque espera en vano
siempre vive no renace,
esta ahi entregandose y no cede.
El verdadero amor es como tierra fertil
donde la mano del labrador queda por siempre
y su llanto la riega eternamente.












































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































02 mayo 2014

SIEMPRE LA MISMA VAINA...la misma mierda.



Aunque lo se no lo digo.
Todos tenemos secretos.
Pero muchos no tienen abrigo.
De que vale nuestra vida
llena de tanta idiotez?.
Que clase de animales somos?
si sabemos que es la indiferencia.
Que clase de animales somos?
si mientras dormimos en cama
y nos abrigamos con lana
 otros se abrigan con el frió.
De que tanto nos jactamos
si somos raza perversa,
egoístas prepotentes
que no entendemos la vida.
Tanto tengo acumulado.
Tanta rabia hay en mi mente
que quisiera que este mundo
se desinfle lentamente.
Por que tanta indiferencia,
por que tanta desidia?.
Por que tanta mentira?
Por que tanta inacción?
Por que mierda nos decimos
que somos gente?.
Y que tanto me resiento
si mañana sera otro día
con la misma mierda
 y con la misma gente. 

01 mayo 2014

TUS BESOS DE CIELO


                                                                                        Encontrarte serena 
    en un   mar de ilusiones
     entre algas marinas y
            locas pasiones.
    Elocuente y en suma profunda.
 No esperaba por nada
 aprovechar tus horas,
 de luna embriagada...
  tus ansias soñadas.
 No lo se pero me delatas.
 Estoy buscándote siempre
  y te imaginaba cansada.
  Encontrarte liberrima y sola
 abrigada de rosas doradas
 y tus labios de miel pronunciando
un ¡ te quiero ! mientras
muero y anhelo tus besos 
de cielo.